NADA ES GRATUITO
Las grandes empresas de contenido y servicios digitales basan su modelo de negocio sobre un principio aparentemente sencillo: nada es realmente gratuito. Aunque muchos de estos servicios se presentan como accesibles y universales, su costo real, ya sea económico o en forma de datos personales, es inevitable.

Los servicios gratuitos que ofrecen estas empresas forman parte de una estrategia para extraer datos personales de forma masiva con los que luego se hacen predicciones de comportamiento que son aprovechados en los mercados. Estas acciones han aumentado y determinan cómo interactúan las personas con las plataformas.
Igualmente, identificamos muchos espacios que requieren pago para ingresar, como los softwares de juegos (aunque sabemos que no son servicios de primera necesidad), pero también observamos muros de pago (paywalls) para acceder a información básica, que ha pasado por revisiones de calidad y veracidad.
. Nos resulta especialmente preocupante porque en la era de la post verdad se ha vuelto difícil verificar fuentes y comprobar la calidad de la información.
los nuevos modelos comerciales del internet abren preguntas importantes

Ya no poseemos nada, todo lo rentamos
Transitamos hacia un modelo de renta de productos y servicios en el ecosistema digital, en el que las personas no somos propietarias de lo que utilizamos, sino que accedemos por tiempo limitado y bajo las condiciones que imponen las plataformas. El esquema de renta en los espacios
digitales aviva la discusión sobre a quién le pertenecen los contenidos digitales y qué control sobre ellos pueden tener las personas.

Y HEMOS OBSERVADO QUE EL INTERNET SE VA VIENDO CADA VEZ MÁS SIMILAR


Todo se homogeniza de acuerdo con lo que deciden los grandes poderes
Otro de los aspectos preocupantes en el ecosistema digital actual consiste en el poder económico desproporcionado que ejercen los oligopolios tecnológicos. Las grandes corporaciones no sólo dominan los mercados más importantes y estratégicos para la economía, sino que su actuación influye en otras empresas, en gobiernos y en las sociedades.
Otro de los aspectos preocupantes en el ecosistema digital actual consiste en el poder económico desproporcionado que ejercen los oligopolios tecnológicos.
Las grandes corporaciones no sólo dominan los mercados más importantes y estratégicos para la economía, sino que su actuación influye en otras empresas, en gobiernos y en las sociedades.
Además, refuerzan su posición de liderazgo porque adquieren empresas de tecnología pequeñas y absorben innovaciones en proceso de surgimiento, eliminando así la posible competencia.
Dichos oligopolios generan dependencia en las personas y organizaciones porque se colocan como la única, o la mejor alternativa, en ciertos servicios. Un ejemplo de esto es Google, cuyo motor de búsqueda se volvió indispensable para millones de personas en todo el mundo.
En México, algo similar ocurre con WhatsApp, ya que se ha convertido en la principal herramienta de comunicación personal y profesional, haciendo que alternativas más seguras o éticas sean poco consideradas.
Asimismo, en el área de diseño, se plantea como impensable trabajar en otro programa que no sea la Suite de Adobe. Y como estos ejemplos, hay muchísimos más.
El dominio de los oligopolios tecnológicos afecta la diversidad de opciones de servicios disponibles, pero también concentra poder en pocas manos, lo que pone en riesgo la autonomía tecnológica de los países, las pequeñas empresas y la ciudadanía.
Los contenidos digitales estén homogeneizados, que se limite la innovación, se perpetúe la desigualdad, mientras que ellas se comportan como árbitros de nuestras interacciones y acciones en el entorno digital.
Todo lo anterior define la forma en la que las sociedades usamos y nos relacionamos con las tecnologías e incluso, cómo vemos nuestro entorno.



